Tamagochi – Por Antonio Yapur

El tamagochi, es un pequeño dispositivo a modo de juego electrónico que tuvo auge en los años 90, aunque aún está vigente.

Podría suponerse que una experiencia con él, sería puramente lúdica, recreativa, y así lo aluden las indicaciones de su comercialización. Resaltan que el juego incita a la responsabilidad de las personas.

El tamagochi crea a un ser virtual al que hay que cuidar desde su nacimiento y el juego avisa -mediante distintas alarmas- de sus necesidades y “caprichos” (que tiene sueño, hambre o ganas de jugar).

Así, el humano que lo tiene, adapta sus rutinas a las del tamagochi, el desafío es mantenerlo con vida y todo sucede sin horarios o en los horarios programados aleatoriamente por el juego. Por su
algoritmo.

Sin embargo, si ese ser virtual muere por no dormir, por inanición o por falta de atención,
la responsabilidad de su progenitor (el humano) no debería transitar por dramáticos duelos o por impactos emocionales, no viviría esa pérdida como un hecho irreparable, pues simplemente reinicia el
juego y así nace otro ser virtual para volver a cuidar.

Al tamagochi, que es un objeto virtual, se lo debe atender como a un sujeto real. Sin embargo, cualquier descuido no tiene consecuencias, pues su muerte puede ser reemplazada enseguida por otro ser
(objeto).

La realidad mostró otra situación, a un humano que debía estar presente las 24 horas y los siete días de la semana (24/7) en una vigilia para atender los mandatos, en este caso, de un avatar virtual.

Ese sometimiento material y emocional aturde al humano que vivencia al tamagochi como un ser real. Más tarde, sobrevino una etapa de serio cuestionamiento social, lo cual aplacó el uso del mismo, pero la experiencia empresarial ya pudo sacar sus conclusiones para futuros negocios: se puede hacer depender la vida humana a las intenciones e intereses de los algoritmos.

En la actualidad son habituales y corrientes las elaboraciones de algoritmos para crear realidades que direccionan colectivamente emociones, creencias y deseos. Son relatos multimediales que imponen, crean y cimientan realidades inexistentes y logran involucrar en ellas a un abundante conjunto
social desde las pantallas (TV, computadora, smart o celular). Logran concentrar la realidad humana en uno de esos pequeños rectángulos.

El tamagochi tiene hambre y vos a rajatablas cumplís su mandato obedeciendo los no tangibles pasos (algoritmos) obligatorios para alimentarlo, o a las 3 de la mañana el algoritmo te vocifera que quiere que juegues con él, vos interrumpís tu sueño para obedecer su mandato, no lo tratás como un inexistente pero emocionalmente real para vos. Te involucra y transforma tu realidad.

La indiferencia ante el contexto o la implicación emocional son objetivos de los algoritmos multimediales. El tamagochi de alguna manera fue el pionero de un gran ensayo social a partir de experiencias individuales que permitió la recolección masiva de datos.

En estos últimos años, esa experiencia está siendo superada con lo que suele llamarse la web inteligente (entiéndase por web al popular término internet), la web 3.0 y la aparición de la web semántica.

La manipulación social no es una novedad, la historia humana la padeció desde la antigüedad. La manipulación informativa, simbólica y cognitiva fue el motor de muchos cambios sociales, aunque algunos de ellos hayan sido aberrantes. En la actualidad, todo ello, solo es más fácil.

Un ejemplo evidente fue la destrucción de las torres gemelas. El horror y el terror provocados, le dieron al poder de occidental, liderado por EEUU, el motivo y el permiso para invadir Irak.

La manipulación mediática, informativa y cognitiva tuvo una de sus primeras experiencias con la web semántica en ciernes, ella jugó un rol determinante en el sistema de creencias de casi todo el mundo occidental. Transformaron en verdad una mentira. Irak, con Sadam Hussein, tenía armas biológicas. Esa
mentira fue impuesta como verdad y fue la que justificó la invasión.

Hace unos años, en nuestro país, un conocido empresario del negocio mediático le afirmó a un recién electo Presidente de la Nación que “ese puesto (el ser presidente de la Nación), era un puesto menor”.

Hoy esa afirmación es una realidad. El actual presidente fue electo luego de una feroz guerra mediática donde muchos argentinos que se atribuyen no meterse en política, votaron a un “no político”. Esa
tergiversación es producto de la instalación de mentiras como verdades reales. No son inocentes esos mensajes, carteles y pasacalles que solemos encontrar que dicen “Mentime que me gusta”.

Quizás podamos dejar para otra ocasión acerca de cómo la dependencia tecnológica es una nueva cadena que sostiene la esclavitud en esta era.

Quizás el tamagochi solo es un pionero para un mundo planificado para resignados esclavos.
Quizás los humanos podamos defender nuestra vida en colectividad. Quizás.

 

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